Cena de gala de la CCIFA
Casa Rafael acoge y agradece que, conforme a una tradición de ya varios años, la cena haya sido a beneficio de su obra y de la FEFA, organización que obra en sostén de Franceses radicados en la Argentina que viven en situación difiícil. La velada fue hermosa y muy cálida. Había sido maravillosamente organizada por la CCIFA y contaba con la presencia de Ivan de Pineda en tanto presentador.
Monsieur l´Ambassadeur, Señor Presidente de la CCIFA, Señora Directora General de la CCIFA, Estimados sponsores y participantes en esta pretigiosa cena de gala,
Gracias por darme la oportunidad de agradecerles por otorgar, una vez más, el beneficio de esta cena a Casa Rafael y a la FEFA, quienes aprovecho por felicitar por la gran obra que realiza.
Gracias Señor Embajador por su grata visita a Casa Rafael unas semanas atrás. Fue hermoso ser testigo de su diálogo tan espontáneo con los chicos. Ellos quedaron muy emocionados e incentivados. Y no se olvidarán de la extraordinaria merienda que Ud les ofreció con deliciosas pastelerías preparadas con mucho amor por el Chef y la pastelera de la embajada, Laurent y Mabel, a quienes también saludo y agradezco. [Monsieur l´Ambassadeur je vous souhaite plein succès dans votre mission en Argentine !]
Hace 18 años, cuando estaba gestando Casa Rafael, me decía a mi mismo que si al menos un chico podía salir adelante gracias a nuestro apoyo, estaría muy feliz.
Todos sabemos que la inteligencia, la belleza y la voluntad son recursos democráticos que se encuentran en cualquier persona, de cualquier estrato social, y en Casa Rafael nos avocamos a incentivar su emergencia. Pero debo reconocer que en todos estos años ningún Einstein o Mozart emergió de los más de 5000 chicos que pasaron por Casa Rafael y que hoy en día son unos 260. Lo que SÍ presenciamos día tras día es inteligencia, talento y creatividad como han podido ver mediante los libros expuestos en la entrada. Y sobre todo mucho hambre de amor y reconocimiento. También ganas de alcanzar éxito el cual, lamentablemente, muchos confunden con acceder YA a la fama en las redes sociales y a bienes de consumo de prestigio.
En cuanto a mi y todo nuestro equipo, la mayor enseñanza que nos llevamos es la de confiar en la profunda belleza del ser humano y su capacidad de ser resiliente. Y, más allá de todo nuestro amor y nuestros esfuerzos, reconocer su libertad de elección y las limitaciones del alcance de nuestra labor.
Unos meses atrás, volviendo exhausta de La Boca, me senté en una nueva pizzería de San Telmo y mientras esperaba mi pedido, se me acercó la chica que me atendía y me preguntó si me llamaba Christine. Sorprendida, le dije que sí y ella hizo una seña postiva hacia alguién quien estaba delante del horno. El cocinero me saludó con una enorme sonrisa y cuando me acerqué tuve la sorpesa de encontrarme con Franco, un joven que había estado varios años en Casa Rafael hasta que, a los 16 años, se mudó a un barrio lejano.
Fue un reencuentro de mucha emoción y amor. Franco era un chico de una familia muy muy pobre, con padre preso, una madre que mediante changuitas de limpieza luchaba para alimentar a 8 chicos, y varios de sus hermanos mayores ya tenían la experiencia del robo y la droga y tenían hijos sin asumir compromiso. A Franco le costaba sostener la escuela y resistir a la presión de las malas juntas del barrio. Un guión más que conocido de pobreza y vulnerabilidad.
Años después, lo encontraba en el rol de pizzaiolo principal del lugar, confiando en si mismo y reconocido por su jufe y sus pares por su entereza y su honestidad. Me contó con orgullo y emoción que había formado una familia feliz con una mujer a quién amaba y que ya tenía con ella dos hermosas hijitas que cuidaba y eran su tesoro. También que pensaba abrir un modesto emprendimiento familiar, sueño que poco después logró concretar.
Franco me preguntó sobre cada uno de nuestro equipo, nombre por nombre, se acordaba de todo, me expresó cuán importante había sido su paso por Casa Rafael, lo que le dijimos y enseñamos y cuanto nos agradecía. No les puedo traducir mi emoción. Entonces, SÏ, valía la pena !
Franco no es un caso aislado. Tampoco es la prueba de que todo es de color rosa. Porque más allá de nuestros esfuerzos, perdimos a adolescentes que no llegaron a cruzar como él el primer rulo de un mar de obstáculos, personales y sociales. Y eso es como tener una dolorosa espina en el corazón. Pero Franco y muchos otros, algunos de los cuales incluimos en nuestro equipo, son la prueba de que el ser humano tiene extraordinarios resortes íntimos.
Les quiero asegurar que mediante su participación en esta cena o mediante aportes directos de su empresa, o dando una chance a jóvenes con un modesto empleo, uds aqui presentes hacen posible que pueda haber más Franco que emergen de la sombra y se tranformen en actores positivos de esta sociedad.
¡Muchas gracias por ellos y por Casa Rafael!