Si bien existen múltiples indicios del proceso transformador realizado por los niños y adolescentes mediante su participación en Casa Rafael (por ej. cambios corporales y actitudinales, de lenguaje, de nivel de confianza en si y los demás, y de capacidad de concentración), evaluar científicamente el resultado del proceso resiliente realizado por un ser humano, y en este caso un ser humano en formación, representa de por si un desafío.
La amplia literatura sobre la temática de la resiliencia señala criterios y modos posibles de evaluación de la resiliencia. Por ej., el Dr. N. Suarez Ojeda, Director del Centro Internacional de Estudios de la Resiliencia, Universidad Nacional de Lanús, Argentina destaca “la capacidad de introspección, la independencia, la capacidad de relacionarse, la iniciativa, el gusto de exigirse y ponerse a pruebas en tareas progresivamente más exigentes, el humor, la creatividad y la moralidad, o sea la consecuencia para extender el deseo personal de bienestar a toda la humanidad y la capacidad de comprometerse con valores.”
La práctica de Casa Rafael demuestra que el proceso resiliente de los chicos es indisociable de un proceso similar por parte del equipo y de la propia institución. Si los profesionales y/o la propia Casa Rafael pierden la plasticidad para superar las dificultades, los chicos se estancan en su proceso.